La expresión ‘echar
un polvo’, como forma vulgar para referirse al acto sexual, es
un modismo ampliamente utilizado y cuyo origen tiene dividido a los propios
expertos en etimología, si bien la mayoría (entre ellos Pancracio
Celdrán en su
libro ‘Hablar con corrección’)
apuestan a que procede de la costumbre, ampliamente extendida en los siglos
XVIII y XIX, de consumir entre las clases burguesas y aristocráticas el polvo
de tabaco conocido
como ‘rapé’.
Rapé: Es
un preparado de tabaco (Nicotiana
tabacum) molido y habitualmente aromatizado dispuesto para ser consumido
por vía nasal.
Rapé para chupar
Son bolsitas como las que vienen en el Té, pero mas pequeñas, estas se introducen a un lado de la boca y al chupetear o sorber se irá desprendiendo la nicotina y el sabor.
En la actualidad el rape viene en varia presentaciones aromas y sabores
Este polvo de tabaco
era aspirado por vía nasal, por lo que solía provocar molestos estornudos y
para ello, los caballeros que lo consumían en las fiestas y reuniones de
sociedad, se retiraban a otra estancia con la intención de ‘echarse
unos polvos a la nariz’.
Hubo
un tiempo en el que el consumo de rapé o polvo de tabaco, también conocido como
“polvo de Sevilla“, se puso de moda entre las clases nobles. Mientras los
fumadores, caballeros principalmente que acudían a las numerosas reuniones
sociales que se organizaban, fumaban cigarros puros o pipas, quienes no
gustaban de éstos, solían esnifar rape, que llevaban consigo en delicadas
cajitas (algunas de ellas auténticas obras de arte).
Cajitas donde se guardaba el Rapé
Esta práctica provocaba unos supuestamente
placenteros estornudos, lo cual se tenía a la sazón por algo “muy sano y que
despejaba la cabeza”.
Como quiera que estornudar ante el resto de los
presentes era una práctica mal vista, los caballeros se retiraban a una
habitación aparte y, sacando la cajita de rape, invitaban a esnifar la
sustancia a alguna dama a la que quiseran cortejar con un “señorita, ¿echamos
un polvo?”.
Asi con el tiempo, esa excusa para ausentarse de
la reunión comenzó a utilizarse también para poder tener fugaces y apasionados
encuentros sexuales con la amante de turno, quien esperaba al fogoso caballero
en otra sala.
De
ahí que, al convertirse en una práctica común, se acabara aplicándose el
término ‘ir a echar un polvo’ al acto sexual y ello propició que
cuando dichos caballeros, en uno de esos encuentros fugaces, estaba copulando
con su amada y alguien de la reunión preguntaba por su paradero siempre había
alguien que respondía que se había ausentado para ‘ir a echar un polvo’.
Pero
tal y como se indicó al inicio del post, el origen de la expresión está
dividido, siendo el explicado el más admitido, aunque no podemos obviar la otra
versión que, aunque menos extendida, tiene algunos puntos de coherencia en su
razonamiento, aunque la falta de enlaces y fuentes nos hace tener ciertas dudas de lo explicado por: Gabriel
Laguna en su blog Tradición Clásica.
Rapé
Según éste, el término ‘echar un polvo’ no
aparece reflejado en ningún diccionario etimológico anterior a 1906, donde se
refleja por primera vez en el Diccionario de argot español de Luis Besses (enlace proporcionado a
través de una búsqueda mía) en la que dentro de la acepción ‘Cohabitar’ da como resultado: echar
un flete, una vaina, un polvo (página
209). Posteriormente aparece en la Enciclopedia Espasa, en su edición de 1922.
La
hipótesis de Gabriel Laguna apunta directamente como origen de la expresión
‘echar un polvo’ a la fórmula litúrgica “Memento
homo, quia pulvis es, et in pulverem reverteris” (Recuerda hombre,
que eres polvo, y que al polvo regresarás). Popularizándose la frase en
“Polvo somos, del polvo venimos y en polvo nos convertiremos” y es ese “del
polvo venimos” el cual se transforma en sinónimo de acto sexual.
Pero
el argumento del Profesor Laguna sobre la nula aparición del término, anterior
a la publicación del diccionario de Luis Besset, pierde fundamento tal y como
le indican a través de un comentario, apareciendo repetidamente en la obra de
teatro de 40 páginas que fue escrita en 1874 y titulada como Don Juan Notorio: burdel en cinco
actos y 2000 escándalos escrita
por un tal Ambrosio el de la Carabina y en la que el autor la utiliza
tanto la expresión como la palabra polvo como sinónimo de coito.
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Les dejamos el texto de Gabriel Laguna en su blog Tradición Clásica y también su link.
Origen de la expresión "echar un polvo"
En español de España (ignoro
si también en el de Hispanoamérica; creo que no) se usa la expresión vulgar echar
un polvo para "realizar el acto sexual", y el lexema polvo para
"coito". ¿Cuál es el origen de esta rara acepción?
Como paso previo, cabría plantear cuándo empezó a usarse. No la he encontrado documentada todavía en el siglo XVI (no está en el Tesoro de Covarrubias, de 1611), ni en el siglo XVII (véase lo que diré abajo, sobre Quevedo), ni en el Siglo XVIII (no está en el Diccionario de Autoridades, de 1737). Ya viene recogida la acepción en la Enciclopedia Espasa, en su edición de 1922; y, antes, en el diccionario de léxico malsonante de L. Besses, Diccionario de argot español, Barcelona: Sucesores de Manuel Soler, 1905. Dejando como margen el tiempo prudencial que los diccionarios, siempre conservadores y morosos, suelen tardar en incorporar el léxico de la calle, no resulta descabellado suponer que la expresión se generalizara con esa acepción obscena a mediados del siglo XIX.
Pero, ¿cuál pudo ser su origen? Los diccionarios y léxicos al uso (tanto generalistas como especializados en léxico obsceno) no ofrecen demasiada ayuda. En alguna ocasión incluso despistan y desbarran estrepitosamente, como en la explicación descabellada que se da en J. Sanmartín Sáez, Diccionario de argot, Madrid: Espasa, 1998, p. 693, s.v. "polvo" (énfasis del autor):
"Polvo. 1. m. Cópula sexual. El hablante crea en el argot voces con sentido figurado, pero en muchos casos sin una motivación evidente. ¿Qué relación guarda realizar la cópula sexual con el polvo? Aparentemente ninguna. Quizá el color blanquecino del polvo y del semen. Es una acepción muy usada y, por ello, incorporada al DRAE como coloquial y vulgar. * El primer POLVO de mi vida fue con mi antigua novia."
La hipótesis es que el origen de la expresión
está en la conocida fórmula litúrgica Memento homo, quia pulvis es, et in
pulverem reverteris, "Recuerda, hombre, que eres polvo, y que al polvo regresarás".
El sacerdote católico pronuncia(ba) esta fórmula cuando impone ceniza sobre los
fieles, el llamado Miércoles de Ceniza (primer día de la Cuaresma). La fórmula
adapta a su vez un versículo delGénesis (3, 19), que en la versión latina
de la Biblia Vulgata dice: In sudore vultus tui vesceris pane,
donec revertaris in terram de qua sumptus es: quia pulvis es et in pulverem
reverteris,
"Con
el sudor de tu rostro te alimentarás de pan, hasta que regreses a la tierra de
la que fuiste formado: porque eres polvo y al polvo regresarás".
También en la literatura clásica grecolatina encontramos numerosas alusiones al polvo, a la ceniza y a la tierra para ponderar el carácter efímero de la vida humana. El pasaje más famoso y nítido pertenece a la Oda 4.7 de Horacio, composición a la que A. E. Housman (1859-1936) consideró "el poema más hermoso de la literatura antigua". Dice Horacio ahí, en los versos 13-16:
damna tamen celeres reparant caelestia lunae: nos ubi decidimus quo pius Aeneas, quo dives Tullus et Ancus, pulvis et umbra sumus.
Los daños del cielo los reparan las lunas en rápida sucesión: Pero nosotros, cuando caemos a donde cayeron el piadoso Eneas, y los ricos Tulo y Anco, sólo somos polvo y sombra.
Para volver a lo nuestro. La
fórmula litúrgica antes mencionada es parafraseada frecuentemente como:
"Polvo somos, del polvo venimos y en polvo nos
convertiremos".
En ese contexto, era fácil reinterpretar la frase
"del polvo venimos" con el sentido de "procedemos de una
cópula"
(esto es, "la vida humana se origina en un acto
sexual"). A partir de ahí, la equivalencia polvo =
"coito" está servida.
Como consecuencia de esta acepción obscena del término polvo, resulta complicado usar el término con su acepción no obscena, pues la palabra se presta muy fácilmente a equívocos, malentendidos y chistes fáciles. He aquí un par de ejemplos de chistes fáciles, donde se juega con la bisemia (doble sentido) del lexema polvo:
Decir "mi mujer es alérgica al polvo doméstico".
El chiste: "¿Qué diría
el epitafio de una solterona?:... AL FIN, POLVO."
Así, en español actual, el
término polvo resulta un tanto tabú y peligroso de usar. Le ocurre lo
mismo al inglés cock, término
que, contaminado por la acepción obscena de "pene", ya no se puede
usar con el sentido original de "gallo", siendo sustituido en esta
acepción de "gallo" por los
eufemismos cockerel y rooster. Exactamente igual le ocurre al
español polla, que ya no puede usarse más que en sentido obsceno, habiendo
perdido su acepción original de "gallina joven".
Y ahora voy a Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645). Este poeta escribió un maravilloso soneto, "Amor constante más allá de la muerte", quizá el más hermoso de toda la literatura española, en que usa la expresión "polvo enamorado". Este soneto se publicó póstumamente en el libro El Parnaso Español, en 1648, lo que demuestra inequívocamente que, cuando se compuso el poema y cuando se publicó, la acepción obscena de "polvo" no existía, pues, de existir, el sintagma "polvo enamorado" resultaría equívoco o francamente ridículo. [Por cierto, este soneto de Quevedo es una elaborada imitación literaria de la elegía 1.19 de Propercio, pero eso es ya otra historia.]
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