MILES DE “ARTISTAS” TENDRÁN UN
PLAZO DE UN MES PARA
CAMBIAR DE GIRO
EUA.- El trabajo de un curador de
arte moderno consiste en convencerse a sí mismo, y luego convencer a otros, de
que una caja de zapatos vieja, una plasta de pintura, o una carretilla llena de
palomitas, pueden ser arte.
Es por esto que desde que se
confesó que el “Arte moderno” solo fue una excusa para hacer sentir biena
artistas sin talento, las autoridades de los Estados Unidos han emprendido una
lucha para erradicar esta “cultura”.
¿Cuántas veces nos hemos indignado
del precio de algunas obras de arte moderno, especialmente porque pensamos que
nuestra sobrina de dos años pudo haberlas hecho?
¿Cuántas veces hemos intentado encontrarle sentido a obras consideradas arte, al grado de estar expuestas en un museo, y por más que lo intentamos no se lo encontramos?
¿Cuántas veces hemos intentado encontrarle sentido a obras consideradas arte, al grado de estar expuestas en un museo, y por más que lo intentamos no se lo encontramos?
¿Quién de nosotros no tiene un
amigo hipster con ínfulas de pseudo-artista-trendy-pandro-intelectualoide-wannabe,
que haciéndose el interesante intenta explicarnos por qué ese cuadro es arte,
cuando en realidad sabemos que no sabe un carajo?
Pues el FBI en Estados Unidos ha
puesto fin a esta farsa de tantos años, y ha declarado que la profesión
“curador de arte moderno”, será considerada criminal, al nivel de un
narcotraficante o un político corrupto.
Jay Benítez, alto comisionado del
FBI mencionó lo siguiente:
“Es como si estando en el baño
soltara dos gases, y decidiera encapsular el primero y venderlo en millones de
dólares, aunque fuera completamente igual en olor e intensidad que el segundo”.
“El criterio que utilizan para
decidir qué es arte y qué no, es ridículo. Es inmoral que ganen dinero por eso.
Los narcotraficantes al menos trabajan un poco más por el dinero que ganan”.
A partir del 1° de marzo, se
concederá un plazo para que los curadores de arte moderno encuentren otra
profesión.
El 15 de marzo se cerrarán todos
los museos de arte moderno de Estados Unidos, y sus obras serán donadas a
jardines de niños en todo el país, para que los infantes las mejoren.
Fuente:
PD: La nota anterior no es real, no hay una amenaza para los curadores o una advertencia para cambiar, pero seria bueno que existiera.
La que si es real es esta siguiente nota y el posterior diccionario de una impostura
REVELAN EXPERTOS QUE NO EXISTE EL ARTE MODERNO, ES SÓLO UNA EXCUSA PARA HACER SENTIR BIEN A GENTE SIN TALENTO
¿Que es un comisariado artístico (Curador)?
UN BREVE
DICCIONARIO DE UNA IMPOSTURA O DICTADURA
Nunca estará de más cuestionar el mal arte, o anti-arte, como
lo llama la autora de este implacable diccionario que desnuda imposturas, ideas
y actitudes que se han incrustado en el ámbito del arte contemporáneo.
Arte burgués.
Es un anti-arte burgués y ocioso que desprecia el trabajo.
Artistas que no trabajan, no estudian, no hacen. Roban, copian, designan,
sobrevalúan sus objetos por un capricho de la moda, exaltan el consumismo. Es
el gran elogio a la decadencia del capitalismo.
Arte conceptual o contemporáneo.
Las obras a las que se denomina arte contemporáneo
son conceptuales porque en todas son las ideas y el discurso el único peso
intelectual que poseen, y es el concepto lo que les da sentido como arte. La
acepción cronológica, al ser siempre inestable, es inexacta. Cualquier obra
—desde el ready made hasta las que tienen algún tipo de factura— que hace de
las ideas su gran valor real es conceptual. Si una obra despojada de esas ideas
pierde su sentido como arte, entonces no es arte.
Arte contemporáneo y otras artes.
La música, el teatro,
la literatura, la danza, el cine llevan lo de ser contemporáneos con otra
perspectiva. Son artes que requieren de un involucramiento más real del
público, que debe pagar para entrar al teatro o a la sala de conciertos,
sentarse y presenciar durante una o más horas una obra y con sus aplausos o
abucheos manifiesta su opinión. En cambio, el arte contemporáneo se ve en cinco
minutos y el público se larga. Los críticos de estas disciplinas son feroces,
el cine soporta toda clase de análisis y nadie se rasga las vestiduras. Leer un
libro exige tiempo y concentración y el escritor ve cómo sus libros se quedan
en la bodega o se convierten en un éxito. El artista contemporáneo vive en una
burbuja, no tiene contacto con el público, niega la crítica que no es favorable
y si el público no va a la sala es porque no entiende, nunca porque su obra
deje insatisfecho al espectador o porque se perciba como una farsa. Este
anti-arte no es para el público ni para el museo, es una práctica endogámica
para sus curadores, críticos y artistas.
Arte tradicional y arte contemporáneo.
La distinción entre
arte tradicional y arte contemporáneo es una deformación estética. Los
“contemporáneos” tienen cien años haciendo lo mismo, un tiempo suficiente para
crear una tradición. En cambio, la pintura que se hace hoy no detiene su
evolución, y sus preocupaciones, estética y estilos están completamente
inmersos en nuestra actualidad. Los artistas contemporáneos no son modernos,
tienen cien años sin evolucionar.
Artista.
Todos son artistas y todo lo que el artista designe como arte
es arte, es el estatus actual. Hoy tenemos a la mayor población de artistas de
la historia del arte, por lo tanto ninguno es indispensable. Ser artista
contemporáneo es una moda elitista, pues antes querían poner un bar nice, luego
ser “diseñadores de imagen”, después DJs y hoy, finalmente, son artistas
contemporáneos. La actitud de arrogancia y de fatuidad de los artistas es
justificable: venden sus ocurrencias elementales y los coleccionistas demuestran
su poder adquisitivo con estas compras caprichosas y exhibicionistas.
Aspiraciones.
Los artistas quieren ser millonarios y los
millonarios quieren ser artistas. Si declarar que algo es arte te hace artista,
aceptarlo, motivarlo y pagar por eso, también te hace artista. Pagar el precio
convierte al coleccionista en un artífice más del objeto; sin su aprobación y
su inversión la obra nunca hubiera trascendido como arte, así, el comprador
forma parte esencial en el montaje de esta farsa. Comparar algo de valor
“teórico” te define como moderno y actual. El precio en estas obras es su
validación real: si es caro entonces es arte.
Células espejo.
Éstas crean un proceso cognitivo mediante el cual nos ponemos en la situación del Otro; sin ellas no existe la imitación, que es fundamental para el aprendizaje, y se activan al ver una acción o cómo se realiza y tratan de recrearla. Estas neuronas también trabajan cuando tú, al ver una obra de supuesto arte, te ubicas en el sentido del creador y piensas que esa obra no requirió de un talento sobresaliente; analizas rápidamente tus habilidades y comparas lo que tú sabes hacer con el resultado de la obra y deduces que no tiene rastro de inteligencia creadora. Al no reconocer inteligencia o emoción en el trabajo, decides que es algo sin la calidad para poseer el estatus de arte. Al ubicarte en el papel del artista lo identificas como un estafador que suplanta la verdad del arte por una mentira. El arte tiene entre sus objetivos ayudarnos a comprender la realidad a través de la representación y lo hace con la herramienta de las células de espejo: si eliminan el objetivo de representar, las células no trabajan en ayudarnos a ordenar nuestra realidad y la existencia. Este anti-arte va en contra de los procesos de la inteligencia y nos encamina a disminuir habilidades formadas durante decenas de miles de años. Este arte volverá estúpida a la humanidad.
Concepto.
Si lo único que tiene valor en la obra es el concepto, y despojada de esto pierde su valor, entonces no es arte. El concepto es un enunciado arbitrario que pretende cambiar la naturaleza de un objeto sin conseguirlo, exigiendo una comprensión que no requiere; un objeto es lo que es, nada más.
Crueldad.
Ejercer la crueldad no tiene que ver con recrearla y eso es
patente en la literatura. Asesinar animales, explotar la muerte de otros, alardear
del racismo no es arte porque, como todo en el arte contemporáneo, no es
resultado del talento ni del trabajo del creador o “ideador”. Su función es
escandalizar para llamar la atención. En una corrida de toros la crueldad es
parte del espectáculo, pero el torero asume riesgos que no asume ningún artista
contemporáneo. Si Guillermo Vargas Habacuc, que dejó morir de hambre a un
perro, amarrara al curador y al galerista para matarlos de hambre no habría
existido jamás el performance criminal que hizo. Muchos toreros han muerto en
el ruedo, pero ¿quién ha muerto haciendo una obra? Nadie. Estas obras tienen
una lógica elemental: si hablan de que dejaron morir de hambre a un perro,
entonces funciona dejar morir de hambre a un perro. Si hablan de que pusieron suásticas,
entonces funciona poner suásticas. Si hablan de un asesinato, entonces funciona
asesinar. Estoy esperando el suicidio colectivo de estos mediocres para que
cierren su ciclo de obras, ya que trabajan con las herramientas de su época.
Adelante, la violencia es la gran herramienta actual para acceder al poder y la
fama.
Guillermo Vargas Habacuc
Curador.
El curador es un vendedor, un publicista, un dictador y es, al final, el verdadero creador de la obra. Las exposiciones no son anunciadas con el nombre del artista, lo principal es el nombre del curador. El curador vende la idea de su colectiva, decide qué artistas van en la exposición y con su texto inventa los valores subjetivos e invisibles de su producto, es decir, los artistas y sus obras. El curador le dicta al artista lo que tiene que hacer, lo que significa y decide el valor que tiene en la exposición. Como todos son artistas, todos debieran ser curadores, pero no es así. Éstos y los teóricos son los entes pensantes de la obra. El artista es sustituible, el curador, como los dictadores, no lo es. Al dar sentido a la reunión de objetos y llevarlos al recinto expositivo el curador es el artífice real de la obra. Desháganse de los artistas. Para poner una piedra con una patineta rota o una tina de aceite quemado en el museo basta un curador, no se requiere a nadie más.
Entender.
“Si no te gusta es que no entiendes”. Confunden creer con
entender. Cuestionar a la obra es no entender. No piden que se entienda, piden
que se crea que eso es arte. En el momento en que dejen de creer que eso es
arte dejará de serlo. Si no crees en el milagro, el milagro no existe. Esta
actitud elitista: “Tú no entiendes”, margina al público, lo expulsa de los
museos y le quita al artista la responsabilidad de las consecuencias de la
obra. Si el público no ve en la obra lo que el concepto y el significado dictan
es que es ignorante. El artista es infalible, nunca se equivoca. La
sensibilidad del espectador es inoperante, el artista es intocable.
Escuelas de arte.
Las escuelas de arte
ya no son necesarias, ser artista es una actitud que se adquiere, como ponerse
unos zapatos, y el arte se designa. El arte no tiene valores de calidad ni
técnicas específicas, por ello tampoco requiere ser enseñado en una escuela.
Museo.
Anunciaron y clamaron hace cien años la muerte del museo y
hoy se dan cuenta de que sin este contexto la obra no puede demostrarse como
arte. Por eso a los artistas del anti-arte les urge entrar al museo, porque
sólo parasitando el contexto del museo legitiman sus obras como arte y les dan
trascendencia y valor en el mercado. Fuera del museo estas obras —cadenas de
bicicleta, urinarios, bloques de concreto, agua sucia— no existen, regresan a
su situación original de objetos sin valor y no son arte.
Mediocridad.
Pretender que el talento, la disciplina y la técnica en el
arte son cosas del pasado es tratar de imponer la mediocridad como signo de
distinción de nuestra época. La “democracia del arte” y “la muerte de la tiranía
del genio” son la dictadura de los mediocres. Hoy existen artistas completos,
que trabajan en su obra, desarrollando e investigando en la constante
revolución de la pintura, la escultura y el grabado, que se ven marginados para
que la falta de talento y la mediocridad tenga “derecho a crear”. El imperio de
gente sin obra, que designa sus orines como arte, se ha apropiado de las
galerías y los museos, amparados por curadores y críticos que lo explican y lo
aplauden, convirtiendo el arte en una trama especulativa, en un negocio vulgar.
Son libres de hacer con su detritus, con la basura que recolectan y con su pose
de artistas lo que quieran, pero rebajar el nivel del arte al capricho de los
mediocres es otra cosa.
Reflexión.
La gran bandera de este anti-arte es la “reflexión”; las
obras, por banales que sean, exigen una reflexión superior a lo que ellas
representan en sí mismas. La reflexión es un proceso que sustituye a la
contemplación. La obra, al no motivar que el público permanezca observándola,
impone una tarea ajena a ella misma, impone un pensamiento en el que debemos
entretenernos porque la obra no provoca ideas. Esta reflexión es además parte
del significado, debemos “reflexionar” en lo que significa y esto es una idea
que se suma a la obra para darle un valor intelectual del que carece y que no
justifica con su presencia. Dice Danto que “el artista haga la obra, la
filosofía y los teóricos le daremos significado”. El artista es un ser que no
piensa, designa algo como arte y un teórico le da un peso intelectual.
Reflexionemos en eso.
Todos son artistas.
La falsa
democratización del arte, el “todos son artistas”, se convirtió en una tiranía.
El problema es: si todos son artistas y todo es arte, no hay espectadores; el
que mira puede ser creador en ese instante, así, para qué ver algo que tú como
creador potencial puedes hacer y hasta superar. El segundo problema: al margen
de la calidad artística —que por lo general es nula— no hay nada que observar
porque todo es arte, no hay objetos que requieran de nuestra dedicación
especial para contemplarlos. Desde los temas que abordan hasta los materiales
que usan, esta actitud totalizadora está dirigida a que la experiencia estética
pierda sentido. La decisión, puramente dogmática, que de que todas las
aptitudes son iguales —y eso le da a cualquiera la capacidad de hacer arte—
implica que no hay nada admirable o valioso en hacer arte, porque se convierte
en una operación común, corriente e intrascendente. Lo que hace innecesario un
recinto tan costoso y pretencioso como un museo. ¿Para qué alojar, exhibir y
resguardar algo que todo el mundo puede hacer? Si todos son artistas y todo es
arte, por lo tanto hasta el último centímetro cuadrado de la realidad es arte y
es un museo al mismo tiempo. Pues afuera con sus obras, a la calle y que dejen
los museos para lo extraordinario.
"NO LLAMEMOS ARTE AL ARTE CONTEMPORÁNEO"
El viejo polemista francés Marc Fumaroli vuelve a la carga. Si hace 20 años
fustigó con saña la 'grandeur' cultural de la V República, de Malraux a Jack
Lang, su nuevo ensayo se las ve con lo que considera las grandes falacias
culturales de nuestro tiempo
Marc Fumaroli
Pregunta. Es usted
especialmente crítico con el arte contemporáneo, con esta concepción del arte
espectáculo...
Respuesta. No solo del arte
espectáculo, sino del arte negocio. Hay una nueva clase social que surge de la
acumulación del dinero en una esfera extremadamente estrecha, pero mundial.
Estos millonarios ya no quieren tener en casa un tiziano o un delacroix, sino signos
exteriores de riqueza. Y eso es lo que les proporcionan las galerías que les
ofrecen tiburones dentro de tanques de formol o juguetes sofisticados como los
que produce Jeff Koons.
P. ¿No cree que este
arte pueda llegar a ser popular?
R. A la gente le
gustan otras cosas, el deporte, la música rock... No me parece mal. Lo que me
resulta odioso es vender a esta gente, que no lo quiere y que tampoco se lo
puede permitir, un arte reservado a la imagen de los famosos. La gente común va
mucho más al museo del Louvre, a los museos de arte antiguo... Esos lugares
convocan auténticas peregrinaciones.
P. ¿En qué momento el
arte toma esta deriva? ¿La culpa la tiene Marcel Duchamp?
R. No, claro que no.
¡Pobre Duchamp! Era un snob francés muy elegante que jamás se
hubiera encontrado con Warhol. Lo suyo era el privilegio de pequeños grupos muy
exquisitos. Cuando el MOMA hizo la primera retrospectiva de Warhol, Duchamp
devolvió la invitación, que no era sino la imagen de La
Gioconda con bigotes,
que él mismo había realizado. Consideró obsceno que aquel mal artista utilizara
una imagen que él había inventado para hacerse su propia publicidad. Hay un
mundo entre Duchamp y Warhol. La fórmula de Duchamp era: 'todo lo que se pone
en un museo se convierte en obra de arte'. Warhol la utiliza en el sentido de
que todo lo que hay en los supermercados puede entrar en museo y convertirse en
obra de arte. Nunca Duchamp pensó esto.
P. ¿La línea roja la
marcaría el pop americano?
R. Creo que ha influido
mucho transportándonos a este universo que no está hecho para los europeos. Hay
un punto común en el arte, la exigencia de una obra, y hemos entrado en un
mundo en el que el arte no supone una obra, sino solo un concepto, una cosa
efímera que durará un tiempo breve y que, momentáneamente excita un poco a los
periodistas. Esta es la gran ruptura. No hay derecho a utilizar la palabra arte
para lo que se llama el arte contemporáneo, no lo llamemos así; habrá que
inventar otra palabra, tal vez entertainment para millonarios.
P. Pero hay artistas que
aún hacen arte...
R. Sí, pero no tienen el
favor de los medios de comunicación, ni de los museos. En España hay gente
interesante, hay pintores notables. Si vuelve la pintura y la escultura, lo que
sucederá, España estará en primera fila. Sartre dijo una vez: hay gente
retrasada que está por delante.
P. ¿No será usted
sartriano?
R. No, pero sucede que
Sartre, de vez en cuando, dijo algunas verdades. Sartre es un fenómeno de la
posguerra, un profesor que nunca debió ocupar el lugar que tuvo, pero la guerra
y el hecho de que una buena parte de la intelligentsia francesa fuera colaboracionista le
convirtió en una especie de vedette que nunca debió ser. Y él se volvió
loco, a fuerza de creerse vedette. Personalmente -y
no soy el único-, nunca consideré que Sartre fuera un
maître à penser.
P. Tampoco parece tener
usted muchas simpatías por el Mayo del 68.
R. El único aspecto
simpático de la gente de Mayo del 68 es que se reían del general De Gaulle y
del gaullismo, que en el fondo era un régimen estrecho, mezquino. Por lo demás
no hicieron más que abrir la puerta a la mercantilización general del universo.
Todos se han convertido en capitalistas y en controladores del sistema
mediático. Los sesentayochistas son quienes ahora tienen el poder. Desde el
primer momento me di cuenta de que no eran más que hedonistas que se iban a
lanzar a la sociedad de consumo.
P. Pero hubo varios 68...
R. Sí, en Estados Unidos
era mucho más interesante, porque era un movimiento anticapitalista, un
movimiento un poco ingenuo pero antiutilitarista, se trataba de reencontrar la
felicidad, la voluptuosidad, la naturaleza... Estaba Bob Dylan, Allen Ginsberg,
era un movimiento de salida del universo material, fordista,
había algo noble en ello. En Francia era totalmente glacial, la gente que
estaba vendida de antemano, gente como Cohn Bendit... insoportable. Ahora se
les ve gordos, viejos.
P. ¿Es usted un
optimista o un melancólico?
R. Es necesario un
optimismo que sea capaz de absorber el pesimismo, no de esconderlo o
rechazarlo, sino de devorarlo, de quemarlo. En la medicina antigua había la
idea de que los melancólicos podían ser locos o genios. Los unos quemaban su
melancolía y se convertían en genios iluminados por el incendio, y los otros se
volvían locos porque la melancolía es pesada y aplasta, es como el petróleo. Es
profundamente verdadera esta idea. Ahora estamos en la fase del petróleo y
estamos ahogados por el petróleo. La literatura, cuando vuelva, será la literatura
de lo grotesco, porque hacer reír ya es curar. Hacen falta dos o tres Rabelais.
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